Vaso de té turco sobre una mesa blanca, junto a un plato con queso, flores secas en un florero y el mar visible a través de una ventana.

Thomas Lipton, filántropo de los deportes y mejor perdedor de la historia de la vela

Nacido en un hogar pobre de los oscuros suburbios de Glasgow,  luego  se alzaría  como  el magnate indiscutido del té para terminar codeándose con las élites  londinenses y la realeza. Su pasión fue el deporte y en la vela, su sueño era conquistar la Copa América . Tras  cinco intentos fallidos, terminó siendo adorado por todos, debido a su buen carácter a la hora de  perder. Como filántropo, lanzó la Copa Lipton, el certámen futbolístico de carácter amistoso más antiguo de Sudamérica. 

La Copa Lipton, también conocida como Copa de Caridad Lipton, fue en el ámbito del Río de la Plata, un notable instrumento para el ejercicio de la  caridad, tal como lo indica su nombre. La excusa perfecta que el magnate inglés del té, Thomas Lipton ideó para  unir en una misma iniciativa, el buen fútbol- la gran pasión rioplatense- con los buenos propósitos de ayudar. 

Disputada únicamente entre Uruguay y la Argentina, y con la condición de que los equipos contaran con jugadores nativos de cada país,  la iniciativa se desarrolló con éxito entre los años 1905 y 1992. En este derrotero, el certámen- siempre muy bien recibido por el público- fue clave para ayudar a cientos de instituciones y programas orientados al bien público. 

La copa ,  que hoy se encuentra en poder de la Asociación Argentina de Fútbol, fue donada por Sir Thomas Lipton. La  Copa,  de metal bruñido, representa a la tierra que es sostenida por tres deportistas y  se encuentra coronada por un ángel que alza en sus manos una corona de laureles. Esta copa,  magníficamente labrada, fue la excusa que puso a girar la solidaridad a través del deporte en América del Sur. Una iniciativa estimulante que recaudó fuertes sumas de dinero durante los 29 años en los que el torneo se disputó de forma ininterrumpida en el Río de la Plata para finalizar, definitivamente, en el año 1992. 

Intentarlo hasta ganar, en los deportes y en la vida

Con sed de hacer fortuna, a los 14 años abandonó Escocia y desembarcó en  Nueva York. En la gran ciudad, el trabajo le era renuente pero la suerte lo llevó a encontrar empleo en una tienda comercial. En este lugar, se despertó su vocación por  el negocio  y 1869 había , habiendo aprendido al dedillo las efectivas y novedosas técnicas de marketing americanas, a las que había visto desplegarse, ser efectivas y hacer millonarios a sus patrones, volvió a Glasgow e dimitió a su antiguos empleadores. Abrió tiendas en su ciudad natal Glasgow y más tarde en  Londres.

En 1878 fue el momento en que dio el salto y  viajó a Ceylán, hoy Sri Lanka, siguiendo  su buen olfato que le indicaba que allí estaba oculta una oportunidad única.  La misma vino escondida tras la quiebra de los cafetales, arruinados por un hongo letal. Lipton compró cinco plantaciones arruinadas, las mandó a limpiar y allí  sembró té. En pocos años, los cultivos florecieron y prosperaron y Sir Lipton conseguía  cosechar y procesar  un té de  calidad excepcional que abastecía con soltura  sus  300 tiendas comerciales apostadas en toda Gran Bretaña. Su eslogan publicitario más recordado por aquel entonces fue «directo de la plantación de té a la tetera», una frase que plasmó la realidad del Imperio Lipton, en plena vigencia y en expansión.

La realeza y las élites, ante su sobreabundante prosperidad económica, comenzaron  a verle con buenos ojos. Más aún cuando su generosidad se plasmó en  1897 en un donativo de unas 25.000 libras esterlinas ( casi 3.500.000 actuales) que se empleó para dar un banquete a 400.000 pobres en las vísperas del Jubileo de Diamante de la Reina Victoria. Por otro lado, forjó una fuerte y sincera amistad con el Príncipe de Gales, (luego el Rey Eduardo VII) , al que lo unía la pasión por  las regatas de yates. 

Lo importante,  es intentarlo

En 1898, siguiendo el sueño de ganar un título en los campeonatos de regatas, se hizo construir su propio velero  al que bautizó Shamrock (trébol) . Un barco esplendoroso con la ligereza de un ave que fue diseñado por el experto armador William Fife III. Pero la suerte en el campo de  los deportes, definitivamente no estaba de su lado.  En 1899 perdió tres competiciones seguidas contra el velero americano Columbia,  y Lipton, que ya gozaba de la  fama de ser un excelente perdedor, por su carácter , pasión y  voluntad  siguió peleando, con la esperanza de  algún día, alzarse con el preciado galardón de una copa, con la conquista de un título. 

En 1901, Eduardo VII lo nombró en solemne ceremonia caballero, con lo que pasó a ser llamado sir Thomas Lipton. Honor que, de alguna manera, compensó su fracaso como yachtman de éxito, algo que soñaba lograr en lo más hondo, pero que aceptaba con paz. Luego de cada derrota, su serenidad y alegre resignación para aceptar la estocada del destino, lo hicieron adorable ante el público , que llegó a reconocerlo y a quererlo por esta fantástica actitud de su persona. Es que Sir Thomas Lipton, el empresario exitoso, sabía que lo importante , lo verdaderamente importante,  estaba en disfrutar del proceso e   intentarlo todo para ganar, más allá de cuál fuera el resultado final.

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